En el caso del azúcar, esta reputación está más que justificada. El cuerpo humano no está hecho para procesar grandes cantidades de esta sustancia. Sabemos que una dieta con unos altos niveles de lo que se conoce como «azúcares libres» puede ser uno de los principales factores para el desarrollo de afecciones como la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer.
Desgraciadamente, la cantidad de azúcar que se añade a los pasteles, galletas, golosinas y bebidas para mejorar su sabor es muchas veces superior a la cantidad que podemos asimilar de manera saludable. El azúcar que contiene una sola lata de refresco, por ejemplo, puede superar fácilmente la cantidad máxima recomendada de 30 g que debe consumir un adulto al día.
Incluso después de que la medicina hiciera evidentes los efectos negativos de una dieta alta en azúcar, su consumo ha demostrado ser un hábito difícil de erradicar. A la gente le encanta lo dulce. Solo gracias a la popularización de los edulcorantes alternativos y una acción concertada por parte de las autoridades, se han podido llevar a cabo avances en este sentido durante los últimos diez años.
Parte del problema es que los edulcorantes alternativos también han tenido que librar su propia batalla ante la opinión pública. Al ser productos creados mediante la ciencia de los alimentos, estos han sido etiquetados como «artificiales». Desde el campo de la salud y la nutrición se nos dice constantemente que los alimentos naturales son los mejores para nosotros. De este modo, es comprensible que hayan surgido dudas y malentendidos en cuanto a los beneficios de los edulcorantes artificiales.
Sin embargo, la evidencia a favor de las alternativas al azúcar es clara. Edulcorantes comunes como el aspartamo, el acesulfamo-K, la sacarina sódica y la sucralosa son bajos en calorías. Algunos ni siquiera tienen contenido calórico. Además, se unen a los receptores del gusto dulce de la lengua igual de bien que el azúcar o, en algunos casos, incluso mejor.
Cualquier alimento o bebida a los que se les añadan estos edulcorantes sabrá dulce, pero tendrá menos calorías. Según las cifras proporcionadas por la British Soft Drink Association, a la que pertenece Norkem, el aumento del uso de los edulcorantes ha traído consigo una reducción del consumo de calorías procedente de los refrescos del 43 % desde 2014. Esto supone una reducción importante del riesgo de sufrir obesidad.
Al no elevar los niveles de glucosa en sangre como el azúcar/sacarosa, es menos probable que los edulcorantes generen una diabetes de tipo 2. También son mucho mejores para la dentadura.
Los edulcorantes también se han visto perjudicados por la mala prensa que han recibido los números E. Los números E son códigos legales para aditivos alimentarios recogidos en la legislación europea. Su finalidad es indicar que el aditivo ha demostrado ser seguro para el consumo humano y que cumple unas estrictas normativas.
Los edulcorantes autorizados se someten a algunos de los estudios y controles regulatorios más rigurosos del sector alimentario. Solo se les asigna un número E si se demuestra que aportan un beneficio claro para el consumidor. De este modo, más que indicar que un alimento contiene un producto químico extraño, un número E es una prueba de que el aditivo ha sido sometido a pruebas rigurosas, ha demostrado ser seguro y ofrece un beneficio claro.
Además, no todas las alternativas al azúcar son productos químicos totalmente sintéticos y fabricados en un laboratorio. Un número cada vez mayor de ellos procede de plantas naturales. Entre estos se incluye la estevia y sus derivados, además de la fibra dietética GOFOS.
Si depende de un suministro de edulcorantes para sus alimentos y bebidas, ya sabrá que su disponiblidad se ha visto afectada por la pandemia de COVID-19. Norkem se ha asegurado un buen stock de todas las principales alternativas al azúcar, incluyendo el suministro exclusivo de edulcorantes naturales orgánicos como GOFOS y el jarabe de fructosa de agave.
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